miércoles, 26 de octubre de 2011

¿Dónde están nuestras Ítacas?


No hemos sabido encontrar ni tan sólo nuestra primera Ítaca. ¿Cómo no pudimos pasar de los árboles caídos?

Nos perdimos por las ramas, ramas que nos prometían bienestar, si más no, individual. Nos quisimos salvar uno a uno, encontramos múltiples escusas para no viajar a Ítaca. ¿Quién no soñó alguna vez con ir a Ítaca y ver puertos nuevos y tras ellos encontrar nuevos caminos? ¿Por qué nos quedamos quietos al encontrar los primeros espejitos sembrados para deslumbrarnos? ¿Cómo hemos podido consentir por activa o por pasiva tanta desigualdad?¿Cómo hemos negado a Ítaca?

Los que no se quedaron deslumbrados por los espejitos, sucumbieron en las primeras tempestades, o fueron abducidos por los cantos de sirena de todo tipo. Nos pusimos orejeras, tiramos para adelante, buscando nuestra salvación, muy alejada de Ítaca. Nos perdimos las aventuras soñadas, nos domesticaron demasiado pronto.

Tal vez algunos hayamos vislumbrado alguna silueta en medio del mar, oculta entre las brumas de alguna Ítaca soñada, pero nos ha faltado la valentía de aventurarnos en su busca. Temíamos perdernos en la bruma, queríamos quedar a salvo, no supimos ver que la salvación es de todos o no es de ninguno.

Cada uno de nosotros sabrá si alguna vez llegó a ojear en el horizonte alguna Ítaca, cada uno de nosotros debería recordar en que rocas del miedo o de la conformidad encalló, ¿por qué? no fue capaz de surcar nuevos mares, de no hacer nuevos intentos, de no buscar nuevos senderos.

Solo puedo decir que Ítaca debe existir, que solo acercarse a ella nos da vida, da sentido a nuestra vida., quizás aún no sea tarde para intnrtar llegar de nuevo. Si no lo conseguimos lo importante seguirá siendo el camino, el camino que nos lleve más allá de los árboles caídos.