domingo, 4 de marzo de 2012

Escrito desde la rabia y una indignación desbordada | Carlos Carnicero



REFLEXIONES DESDE BUENOS AIRES.
La velocidad de los acontecimientos promueve una escalada de la injusticia en un mundo que hemos interiorizado que tiene capacidad para destruir nuestras vida. Estamos rodeados de ejemplos de corrupción e indignidad que protagonizan los defensores de los recortes sociales para estabilizar el mercado en el que ellos se han hecho millonarios. Ciento veintinueve mil parados más y los que vendrán. La caldera se calienta pero todavía no ha explotado. Lo que ocurra #dependenostros.


Hay razones para seguir confiando en la humanidad. En medio de este universo de miedo que está sembrando el capitalismo salvaje que padecemos, hay ejemplos individuales de dignidad y de coraje. Todavía hay personas que se plantan ante sus empresas para defender a un compañero víctima de un despido injusto. Todavía hay personas que vencen al terror del abismo que se les abre delante de ellos y tienen el coraje para decir simplemente la verdad. Parecería algo de obligado cumplimiento. No es así; son seres excepcionales en su anonimato.
Hoy nos hemos desayunado con 112.269 personas más en el paro. No son cifras; son tragedias humanas con cara y ojos, con hijos, con hipotecas, con sueños que en la mayor parte de las veces se han desvanecido. Algunos, muchos, no volverán a trabajar nunca. De entre ellos, habrá quienes se deslicen por la senda de la desestructuración y la marginalidad. Los veremos durmiendo entre cartones dentro de unos pocos meses o años. Seguró que habrá algunos niñatos fascistas que les peguen fuego cuando duermen en un cajero automático. Ensucian la imagen de la ciudad.


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