Por: Abel Grau
14/04/2012
Si existe una novela maldita de Dashiell Hammett, esa es Cosecha roja. A pesar de ser uno de los títulos pioneros del género negro, con su detective rocoso y su femme fatale, su realismo sórdido y su corrosiva carga contra la corrupción, nunca ha sido llevada al cine. La novela, que se acaba de publicar en una nueva traducción al castellano en el volumen Todos los casos del agente de la Continental (RBA), es la única de sus cuatro grandes que carece de película, aunque es pura carne de celuloide. Y para probarlo ahí están las dos enormes películas en las que palpita su espíritu: Yojimbo, de Kurosawa, con su samurái indestructible que limpia de bandas criminales un pueblo del Japón decimonónico, y Por un puñado de dólares, de Leone, donde el cowboyEastwood hace lo propio en un polvoriento villorrio del Oeste mexicano. Nadie, sin embargo, se ha atrevido con la historia original y esa condena oficiosa ha rodeado a Cosecha roja de un aura de obra de culto.
Según cuentan los expertos, la maldición de Cosecha roja empezó muy pronto. Poco después de su publicación, en 1929, el superproductor David O. Selznick compró los derechos y le encargó el guión al prestigioso Ben Hecht. Pero cuando el estudio se fijó en el veneno que supuraba el relato, se echó atrás. Al parecer no les gustó nada esa historia con grandes empresarios que compran a senadores y congresistas, que acumulan medios de comunicación y que contratan matones para reventar protestas sindicales. Por no hablar de la decena de muertos que caen abatidos a tiros entre sus páginas. Así que rescribieron el libreto y lo dejaron en una comedia (!) con poco que ver con el original. Ellos se lo perdieron, porque Cosecha roja es un hito literario que fijó las señas de identidad del género: su atmósfera, sus personajes y su estilo, como recuerda Eduardo Iriarte, traductor de la nueva edición. “Es uno de los títulos fundacionales del género”.
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